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Compañero de viajes ...

Compañero de viajes ...

Esta semana he despedido al que ha sido, más que un medio de locomoción, un compañero de viajes; un vivero de recuerdos; un rincon propio que me daba esa independencia que no se puede conseguir de otra manera.

En la parte de atrás recordaré a la francesita loca, la primera persona que la usó para algo más que para sentarse. La recordaré mirandome, apoyada sobre el reposabrazos, con esa sonrisa que me volvía loco.

En el maletero el cargador de CDs con toda la buena música que tantas veces me ha acompañado. Todo tipo de estilos han pasado por ahí. Además estaba presente el caos que reinaba en mi vida, con una pequeña representación de las cosas que me van llenando: un CD con música alternativa; las zapatillas para cuando iba a jugar a futbol 7; la funda de las últimas camisas que traje de Valencia; los papeles de la última revisión; los triángulos que estaba orgulloso de no haber tenido que utilizar; tantos muebles, bolsas y trastos que ha transportado ...

En el asiento del copiloto, la sonrisa de mis acompañantes; la mancha que dejó mi amigo holandés con sus zapatos en el salpicadero; la mancha de pintura para ojos que siempre iba a estar en el techo; el pequeño espacio de la guantera llena de papeles y más papeles, la mayoría de ellos sin ningún valor o utilidad ...

En el espacio central, un cajoncito para las tarjetas donde llevaba algunas de los sitios que más me habían gustado; restaurantes de varios sitios, notas con números de teléfono ... y al lado el cajoncito donde tantos botes de refresco de cola había dejado descansar, mientras los botones de la radio dejaban escapar la música que más me gustaba, que se deslizaba entre 1's y 0's desde el maletero, por un ténue cable con recubrimiento negro, a lo largo del coche hasta llegar al aparato.

La cinta de la talla de la Virgen de la Pilarica, de Zaragoza. Azul, que es el color que acompaña a los viajeros. ¿Fuiste tu, Virgencica, la que me acompañaste esa noche?. Ahora está en casa conmigo, cuidando del que empieza a ser mi hogar.

El puesto de conductor, en el que tantísimas horas he pasado. Midiendo la velocidad media, el consumo que tenía el coche, otra vez a poner gasolina, puertos de montaña, playas, carreteras principales, secundarias, y cosas que no parecían ni carreteras. La tarjeta del garaje en el parasol. Ajusta el lumbar para los largos viajes. Pon la temperatura deseada en el climatizador.

Y las ruedas, la carrocería, que tantos espacios han cubierto ... Valencia, sus playas, sus montañas ... Castellón, Alicante ... Madrid, Málaga, Barcelona, Bilbao, Vitoria, Sevilla, Málaga, Badajoz, Córdoba ... campo, playa y montaña. Francia. Italia. Y tantos kilómetros que le faltaba por recorrer.

Autoestopistas en las carreteras secundarias de Francia, cerquita de Toulousse; los lagos de Como y Garda; Covadonga; Andorra ...

Aunque seas un montón de hierrajos, ahora apenas sin forma ... gracias por todos los kilómetros que has hecho conmigo.

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